jueves, 29 de marzo de 2012

RENUNCIAR

No puedo renunciar, no quiero. Sería olvidar que esta muerta, que alguna vez lo estuvo, y que fui yo quien la mató.
Ya no lo recuerdo tan claramente como hace tiempo, pensé que lo superaría. Y es que hice mucho; mucho que valió poco para lo que ella quería.
Sentí que si la dejaba morir, yo también lo haría; porque nunca había podido decirle que la amaba, que la necesitaba.
Tan perdidamente obsesionado la invoqué, la reviví; tomé sus recuerdos, palabras, gestos, sonrisas y miradas, y las volví a consumir. Una vez más estaba bajo el influjo de su esencia, de su naturaleza. Esa que alguna vez se mostró y dejó palpar por mis ojos.
Claro, estaba desquiciado; creí que sería distinto y, si bien lo es, nada había cambiado. De repente sentí que esta vez sí podría, que podría transmitir mis pensamientos, mis sentimientos. Logré emanar una vez más mucho de lo que había, y una vez más fue rechazado; ignorado.
Otra vez lo perdería todo, pero ¿qué perder? ¿acaso no lo había perdido todo ya? Lo poco que en mi interior estaba vivo se sentiría feliz de tenerla de nuevo. Ilusiones.
Y siempre volví a estar maravillado por su humanidad, y siempre revivo cuando el recuerdo ocasional la trae, cual botella devuelve el mar a la orilla que la vio partir, a mi mente. Y sonrío y me enamoro una vez más. Y así tendría que renunciar y erradicar los anhelos de justicia de mi corazón, una vez más.

viernes, 2 de marzo de 2012

Invisible

Carente en su mundo, vi pasar los rayos del Sol.
Se recostó bajo sus ojos y se dejó ver.
Se acercó a mí, suavemente, como una pluma empujada por la brisa del verano.
El estrecho momento en que fue presa de mis pensamientos,
fue el mismo en el que desapareció de mi radar de cristal.
A penas cuando creí soñar despierto, ahí estaba otra vez,
como un espejismo dulce de sabores complicados;
un vapor celeste ininterrumpido de fragancias.

Tan sólo una mujer, la viva imagen de la belleza poética,
esa misma que a veces me visitaba durante el día y
luego me acunaba hasta que me dormía.

Actuó naturalmente, y es que eso fue algo que la caracterizó: la naturaleza.
La de su figura; sus gestos; su sonrisa; sus manos; su largo y oscuro cabello;
sus piernas afinadas en la escala del instrumento escritor.
Fue un momento, lo sé, pero valió la pena viajar,
aún como una imagen blanca atrapada en una nube.

jueves, 10 de noviembre de 2011

PARA QUE TU ME OIGAS (poema 5)

Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Equidistancia

Con esa mezcla singular en sus miradas, aquellas con la impronta del alba y la preponderancia del mar, se conectaban los lados comunes y frágiles del estero.
Más allá se encontraron los gemidos de las almas errantes; y en sus pasos, borraron los coloquios abiertos, del cielo etéreo, con manos y dientes.

Deambulan los duendes perdidos en sus cuentos; los fantasmas propugnadores de libertad ansían aquel holocausto conllevador del clímax oportuno y silencioso.
Tal vez los arrecifes amparen los idilios de los cuerpos secuestrados por el creador del caos pero, este sin devolver el balance, supere su convicción.

Recuperar los pasos olvidados como huellas en el mar, supone la incongruencia de inexactitud del habla: ese choque constante de la lengua y su paladar.
Sobre la mesa se juegan las cartas; cada una distinta de la otra, pero todas interconectadas de maneras lógicamente ambiguas; fueron las horas y sus minutos.

Paladines generales de hordas inmaculadas cabalgan, confiesan con su galope el enamoramiento subyugado de la adversidad cercana, en la distancia el horizonte.
Quisieran ellos, tan solemnemente, recordar cada palabra; cada estocada y cada gota derramada; pero en su misión solo existe el embate, la luenga batalla.

Los ojos; los ojos en sus miradas en dilación superan la soberbia de la verborragia, superan la dinastía de los desiertos de su arrebol.
Límpidas e inalcanzables alas eclipsan el perímetro celestial, en su vuelo la tierra se esparce y retuércense las nubes disipándose alrededor.

miércoles, 20 de julio de 2011

Lüz

Así como el día precede a la noche fuiste delante de mi tiempo.
Llevabas la sonrisa del cielo y los ojos del mar.
Vestías con los frutos del jardín de las Hespérides.
Llenaste el aire espeso de tu conjunción de aromas dulces.

La oscuridad se apoderó del momento y lo hizo eterno.
Se detuvo, entonces, la mano del creador y apretó las tuyas con fuerza.
Entre sueños de amnistía y comulgación te hundías y enredabas en las sábanas.
Y ya nada volvía a ser como lo imaginamos ¿verdad?

Quise irrumpir en tu desiderátum pero fue inútil.
Inútil como todo rezo y toda plegaria para no verte caer.
Triste ahora y herido después, el llanto nada curó.
Sólo el efervescente hielo de la piel rugía desde dentro.

En todo estaba tu reflejo, en todo.
La pequeña imagen de la luz.
La misma que creé cuando te vi nacer del pensamiento.
El crepúsculo llegó.

¿Dónde estabas entonces?, ¿dónde?
El alma profanada devastó y hirió la tierra.
Se levantó tu trémulo cuerpo y susurró el viento tu nombre.
La penumbra en soledad destiló los miedos y los sepultó en su corazón.

El fin de toda ilusión.

martes, 12 de julio de 2011

IACēRE

Dibuje tu cuerpo entero entre mis sábanas, cumplí con tus deseos más hipnóticos.
Conserve tus huellas en mi piel, tal como las dejabas cada noche.
Simplemente no quise olvidarte tan fácilmente, no tanto como vos querías.
Esculpí en tu vientre mis recónditas manos, alcancé tus suspiros.
Convertí dulzura en amargura, creí hacer lo me pedías.
Te borré de mi mirada y contemplé un nuevo amanecer, el fin de los días.

Ahora es peligroso sobrevivir sin tu sombra, más porque yazgo en la oscuridad.
Y absorto no se si vuelco mis pensamientos sobre tu recuerdo o sobre mi angustia.
Y pienso y reflexiono al respecto, siempre llegando a la misma salida.
¿Será este un nuevo día sin tus penas? Sin tus palabras y risas.
El ayer sigue avanzando y parece que; o yo me quedo quieto o él es más rápido.
Quisiera escuchar la voz del viento y oír tu canto de sirena en ella.

Siquiera mis letras se acoplan solas como un montón de hormigas en recolección.
Y tal vez, siempre tal vez perezcan mis sueños con el alumbrar del día.
Reconozco tu cabello colgado de una foto, reconozco su longitud.
Inconsciente o no empleo mi mente y cuerpo a la caída de los pájaros.
Vuelo y giro en el paisaje celestial de tu etérea ausencia, de tu conspiración.
Prevalezco erguido sobre la montaña de cadáveres que alguna vez te siguieron.

martes, 17 de mayo de 2011

PARÉNTESIS

El frío recorría la entereza de mi cuerpo, desde su interior hasta la superficie de este; y se hacía más fuerte dentro mío, y avanzaba confiado de su victoria.

Le bese una de sus manos (la derecha), y no una sino dos veces. Le entoné una canción [Kimi ga sora datta (Eras mi cielo)] con lo momentáneamente mejor de mi voz; y es que hasta eso tuvo la situación, ese momento de alivio mental en la que mi boca no le escupió nada más irritante. La abrace tantas veces como quise (en los momentos que pude) y en alguno de mis tibios intentos, ella los correspondió pero muy distintamente a los míos; yo (creo) haberla abrazado dentro del impulso de cariño que un niño (tal vez) tiene cuando abraza a su madre; ella respondió como tal, consintiéndome en mi anhelo con igual ternura. Me fui con la calidez de su nítido abrazo (lo lleve conmigo), el que, como tantas otras veces, me dejó su esencia abrigándome y, como tantas otras me entregó al castigo de mi mente. Repetí canciones en mi celular con intenciones inciertas; en cada repaso resonaban las letras (las cantaba para mi) como si me dijeran algo o yo quisiera que me digan algo.

El frío recorría la entereza de mi cuerpo, desde su interior hasta la superficie de este; y se hacía más fuerte dentro mío, y avanzaba confiado de su victoria.

No recuerdo ahora si estuve pensando todo el viaje en ello, pero me quedó grabado y se me tatuó en la cabeza; hubo momentos en la caminata, al bajar del transporte, que fueron impulsados por melodías e incitaban a las lágrimas, pedían por ellas. Llegué a mi casa, me tiré en la cama y me dejé (autoinduje) llevar por el llanto desbordante; en un lamento agónico balbuceaba cosas; súplicas, recordatorios, incógnitas y hasta nombres. Pero aún no era suficiente; la angustia, como ese desastre (anti) natural que devasta todo aquello que encuentra y se interpone en su camino, se aferro a mi pecho y trepó por mi garganta arrastrando su pena cuando seleccioné "reproducir" otra canción [You are loved (don't give up)]. La respiración resultaba profunda y dificultosa (en cierta medida), pero poco a poco logró normalizarse frenando el líquido salado que, saliendo de mis ojos, caía por mis mejillas hasta expandirse (mojando) en mi almohada; y esta, resignada, se hundía bajo mi cabeza y absorbía el derroche por completo.

El frío recorría la entereza de mi cuerpo, desde su interior hasta la superficie de este; y se hacía más fuerte dentro mío, y avanzaba confiado de su victoria.

Cesé la música y me entregué al sueño de la noche. De repente abro los ojos y son las dos de la mañana (no recuerdo los minutos exactos, pero calculo que habían pasado alrededor de siete o más); en mi cabeza circundan palabras, palabras descriptivamente alusivas al pretérito; ganas de escribirlas, pero con dificultad de expresión (a veces me suele pasar) decido: remojarme el rostro; lavarme los dientes y cambiarme de ropa para dormir definitivamente (no hago caso a las ideas). Me resulta difícil escribir lo que realmente sentía durante todo este relato (en el momento vivido), más porque ya pasaron seis días (14/03/2011) y mi memoria, entre otras cosas, perdió la claridad de los sucesos. Quiero destacar también que: al comienzo y durante los días siguientes, en los cuales fui desarrollando la totalidad de este relato, sentía aún la misma angustia; no es, ciertamente (parcialmente), mi estado actual (20/03/2011) pese a que me colgué de una soga de penumbras durante el día siguiente (15/03/2011). Pensé que con la rutina podría encontrar mi calma (pobre iluso), aunque tuviera que solucionar las cosas a mi manera (aún no sabía cómo); pensé, pensé y no actué. Sería difícil (posible) hayar clemencia entre dos paréntesis.