jueves, 3 de febrero de 2011

A mi lado

Cruzó el umbral de sus lamentos y la encontró. Esperándolo.
Como si en un instante brotara la magia de su entorno lo dejó ir.
Contempló su predominancia y admiró su rauda belleza.
Conservó su mirada, latente y penetrante, lejos del Sol.
Aunque su lamento no se escuchó ella permaneció a su lado.
Ni el rayo, ni el trueno pudieron silenciar los segundos como lo hizo su voz.
Tierra mojada. Súbditos desenterrando sueños, vigilias y acordes.
Erigieron templos en su honor. Bebieron néctar y comieron ambrosía.
El cielo fue testigo de la tormenta que azotó su alma.
Aún así nadie escuchó su lamento, pero ella permaneció a su lado.
Los remolinos del aire desfiguraron su controversia. Llovió.
Su sonrisa fue creada para acoplarse al mar y al viento.
El mismo viento en el que se cuelgan relatos, historias, vivencias.
Penumbra. Pájaros en el aire danzando ante la tempestad.
Sicarios del tiempo se amontonan para repartirse el botín.
En la carnicería del encierro sólo se destajaron sus ojos.
Miles de asteroides cabalgaron al unísono con la tierra.
Y en ella no se escuchó su lamento pero, aún así, permaneció a su lado.
Sutiles pinceladas en un remanso misericordioso de paz.
Lagunas estrechas de trivialidad, cisnes en su descanso.
Alas de ángel desplegadas al viento y en vuelo coordinado.
La luz bajó y aterrizó en sus hombros, sólo para soñar con ella.
Ella que es la cosmogonía de su historia, de sus dioses.
Elevó su lamento y apuñaló el cielo con él.
Nadie lo escuchó pero, ella permaneció inquieta y sumisa a su lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario