El frío recorría la entereza de mi cuerpo, desde su interior hasta la superficie de este; y se hacía más fuerte dentro mío, y avanzaba confiado de su victoria.
Le bese una de sus manos (la derecha), y no una sino dos veces. Le entoné una canción [Kimi ga sora datta (Eras mi cielo)] con lo momentáneamente mejor de mi voz; y es que hasta eso tuvo la situación, ese momento de alivio mental en la que mi boca no le escupió nada más irritante. La abrace tantas veces como quise (en los momentos que pude) y en alguno de mis tibios intentos, ella los correspondió pero muy distintamente a los míos; yo (creo) haberla abrazado dentro del impulso de cariño que un niño (tal vez) tiene cuando abraza a su madre; ella respondió como tal, consintiéndome en mi anhelo con igual ternura. Me fui con la calidez de su nítido abrazo (lo lleve conmigo), el que, como tantas otras veces, me dejó su esencia abrigándome y, como tantas otras me entregó al castigo de mi mente. Repetí canciones en mi celular con intenciones inciertas; en cada repaso resonaban las letras (las cantaba para mi) como si me dijeran algo o yo quisiera que me digan algo.
El frío recorría la entereza de mi cuerpo, desde su interior hasta la superficie de este; y se hacía más fuerte dentro mío, y avanzaba confiado de su victoria.
No recuerdo ahora si estuve pensando todo el viaje en ello, pero me quedó grabado y se me tatuó en la cabeza; hubo momentos en la caminata, al bajar del transporte, que fueron impulsados por melodías e incitaban a las lágrimas, pedían por ellas. Llegué a mi casa, me tiré en la cama y me dejé (autoinduje) llevar por el llanto desbordante; en un lamento agónico balbuceaba cosas; súplicas, recordatorios, incógnitas y hasta nombres. Pero aún no era suficiente; la angustia, como ese desastre (anti) natural que devasta todo aquello que encuentra y se interpone en su camino, se aferro a mi pecho y trepó por mi garganta arrastrando su pena cuando seleccioné "reproducir" otra canción [You are loved (don't give up)]. La respiración resultaba profunda y dificultosa (en cierta medida), pero poco a poco logró normalizarse frenando el líquido salado que, saliendo de mis ojos, caía por mis mejillas hasta expandirse (mojando) en mi almohada; y esta, resignada, se hundía bajo mi cabeza y absorbía el derroche por completo.
El frío recorría la entereza de mi cuerpo, desde su interior hasta la superficie de este; y se hacía más fuerte dentro mío, y avanzaba confiado de su victoria.
Cesé la música y me entregué al sueño de la noche. De repente abro los ojos y son las dos de la mañana (no recuerdo los minutos exactos, pero calculo que habían pasado alrededor de siete o más); en mi cabeza circundan palabras, palabras descriptivamente alusivas al pretérito; ganas de escribirlas, pero con dificultad de expresión (a veces me suele pasar) decido: remojarme el rostro; lavarme los dientes y cambiarme de ropa para dormir definitivamente (no hago caso a las ideas). Me resulta difícil escribir lo que realmente sentía durante todo este relato (en el momento vivido), más porque ya pasaron seis días (14/03/2011) y mi memoria, entre otras cosas, perdió la claridad de los sucesos. Quiero destacar también que: al comienzo y durante los días siguientes, en los cuales fui desarrollando la totalidad de este relato, sentía aún la misma angustia; no es, ciertamente (parcialmente), mi estado actual (20/03/2011) pese a que me colgué de una soga de penumbras durante el día siguiente (15/03/2011). Pensé que con la rutina podría encontrar mi calma (pobre iluso), aunque tuviera que solucionar las cosas a mi manera (aún no sabía cómo); pensé, pensé y no actué. Sería difícil (posible) hayar clemencia entre dos paréntesis.