miércoles, 10 de agosto de 2011

Equidistancia

Con esa mezcla singular en sus miradas, aquellas con la impronta del alba y la preponderancia del mar, se conectaban los lados comunes y frágiles del estero.
Más allá se encontraron los gemidos de las almas errantes; y en sus pasos, borraron los coloquios abiertos, del cielo etéreo, con manos y dientes.

Deambulan los duendes perdidos en sus cuentos; los fantasmas propugnadores de libertad ansían aquel holocausto conllevador del clímax oportuno y silencioso.
Tal vez los arrecifes amparen los idilios de los cuerpos secuestrados por el creador del caos pero, este sin devolver el balance, supere su convicción.

Recuperar los pasos olvidados como huellas en el mar, supone la incongruencia de inexactitud del habla: ese choque constante de la lengua y su paladar.
Sobre la mesa se juegan las cartas; cada una distinta de la otra, pero todas interconectadas de maneras lógicamente ambiguas; fueron las horas y sus minutos.

Paladines generales de hordas inmaculadas cabalgan, confiesan con su galope el enamoramiento subyugado de la adversidad cercana, en la distancia el horizonte.
Quisieran ellos, tan solemnemente, recordar cada palabra; cada estocada y cada gota derramada; pero en su misión solo existe el embate, la luenga batalla.

Los ojos; los ojos en sus miradas en dilación superan la soberbia de la verborragia, superan la dinastía de los desiertos de su arrebol.
Límpidas e inalcanzables alas eclipsan el perímetro celestial, en su vuelo la tierra se esparce y retuércense las nubes disipándose alrededor.